El taller es dictado por Karen Junesch. Si bien no hemos tenido la oportunidad de conversar largo y tendido pude escuchar su prodigiosa voz luego de un ejercicio de respiración y de repetir varias veces “Sebastiano” en el salón de clases.
¿Taller de canto? Primero piensas que no va tener mucha acogida, pues no. Hay como 5 hombres y más de 10 mujeres. Una excelente cantidad y un variopinto grupo con mucho por demostrar.
El curso transcurrió entre jóvenes con ganas de cantar, adolescentes que tenían “roche” y dúos con letra y música que ni la profesora y yo habíamos escuchado antes. Solo sabíamos que era rap y por cómo cantaban podíamos deducir que la letra significaba mucho para ellos. La música criolla o romántica no se quedó atrás y menos aún aquellas voces con mucho potencial que si no me equivoco en mi pronóstico, al final del curso serán todo un deleite para nosotros y todo un descubrimiento y orgullo para Karen.
Pero lo impactante de mi experiencia ese día fue ver a una niña que durante todo el momento que estuve ahí estuvo detrás del clóset del salón, como escondiéndose de todos los que estábamos dentro del salón. De repente era la imponente cámara fotográfica que llevaba en mis manos o simplemente el hecho de estar rodeada de sus pares. Su incesante “no quiero cantar o no voy cantar” pedía a gritos que nos alejáramos y que se escondiera aún más. Cuando la profesora y todos se dieron por vencidos escuchamos una voz que salía del fondo del salón, muy bajita y muy triste, pero su canción al fin de cuentas. Ella se quedó cantando hasta que pasamos a la siguiente persona. No tengo idea de qué pasaría por su cabeza al momento que se inscribió, pero por algo había elegido ese taller y por alguna razón también no quiso estar delante de todos pero sí quiso compartir su voz.
Ese día descubrí que lo que hacemos de una u otra forma toca el corazón de algunos de ellos, enciende sus ojos por aprender cosas nuevas, crea sonrisas porque se divierten y sobretodo crea espacios que para ellos es difícil de encontrar. Todos los que cantaron ese día mostraban una faceta distinta y trataban de liberar la vergüenza para compartir con todos un talento en bruto, que imagino Karen sabrá guiar.
Es complicado que uno mismo se “tire flores” del trabajo que hace su agrupación, pero también es egoísta no compartir lo que vivimos cada creando los sábados que visitamos nuestro colegio. Estoy segura de que muchos tienen historias que contar. Ya estaré en busca de la siguiente.
Yuliana Castro
Coordinadora de Prensa y Comunicaciones de CREA +